Ceñimiento de la mascaipacha


Al morir Inca Urco, Cusi Yupanqui fue el único candidato para asumir el gobierno de la confederación cusqueña. Debido al clamor popular, se iniciaron los preparativos para la ceremonia en la que el príncipe se ceñiría la mascaipacha. A solicitud de Cusi, una comitiva de orejones se dirigió a Calca en busca de Viracocha Inca para solicitar y rogar que fuera al Cusco a entregar la mascaipacha al nuevo líder; de ese modo enmendaría la deshonra de haber abandonado la capital en pleno conflicto contra los Chancas.

Numerosas llamas cargadas de ofrendas comenzaron a llegar a la ciudad del Cusco desde los poblados vecinos e, incluso, desde más lejos. Del Anti se traían innumerables cestas de coca, hierbas y resinas aromáticas; de los Yungas, por su parte, llegaban conchas utilizadas en los sacrificios, así como pimientos y rocotos rojos que serían empleados para sazonar el banquete real.

Conforme se aproximaba el día de la ceremonia, los curacas y nobles confederados invitados hacían su ingreso en la capital con gran fastuosidad rodeados por su séquito. Cada uno de los visitantes traía hermosos regalos en señal de reconocimiento, entre los que podían observarse vistosas andas, queros decorados, suaves mantas, metales preciosos y exóticas plumerías.

Llegado el día esperado, después de que los sacerdotes encabezados por el willac umu hicieran una serie de sacrificios y plegarias, incluyendo la inmolación de niños como parte del ritual conocido como Cápac Cocha, el propio Inca Viracocha procedió a colocar la borla real en la cabeza del joven Cusi Yupanqui, nombrándolo de allí en adelante, como Pachacútec Yupanqui Cápac Intichuri, es decir, "hijo del Sol que transforma el mundo".

Una vez investido como Inca, Pachacútec determinó que fuera su padre Huiracocha el primero en rendirle homenaje. Para ello el viejo Inca debió beber una olla llena de chicha hasta dejarla vacía. Sin ninguna objeción Huiracocha cumplió lo ordenado y, al terminar, se inclinó pidiendo perdón por haber abandonado el Cusco en plena guerra. Pachacútec, respetando siempre el rango del anciano y como hijo, lo ayudó a incorporarse inmediatamente.

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